Cultura

LHASA, recuerdos entre los tres círculos sagrados

LHASA, recuerdos entre los tres círculos sagrados

No hace mucho tiempo hablar de Lhasa, la capital del Tíbet, era como mencionar un secreto bien guardado pues pocos y muy aventurados eran los que se atrevían a “colarse” en un territorio cuyos habitantes preservaban con celo su cultura y tradición protegiendo a ambas de cualquier amenaza externa.

Con la llegada de la Revolución Cultural y el cataclismo que originó entre los pastores trashumantes autóctonos, el territorio del Tíbet tuvo que recurrir a la apertura para que el mundo conociese y reconociese su situación de país ocupado en pleno S.XX.

Poco a poco, cual cáncer, la mano de Mao fue penetrando en el tejido social, cultural y religioso y entre unos y otros dejaron una población diezmada por el exilio y con una cultura en cuidados intensivos. Hoy, a pesar de los nobles intentos que llegan incluso desde el mismísimo Hollywood, pasear por Lhasa es poco menos que contemplar a una especie de moribundo a punto de pasar por su particular Paranirvana mientras la población se mueve entre el delirio y reconocimiento hacia su líder espiritual, los achaques del confort que conllevan los artículos de importación y un futuro lleno de incertidumbre.

A pesar de ello, la ciudad sagrada de Lhasa sigue siendo uno de los nobles objetivos de todo viajero/a que así se precie. Por ello, el próximo mes de mayo de 2011, hemos trazado una propuesta para mayores de 55 años con el objetivo de acercarnos no sólo a Lhasa sino a otros tantos míticos puntos centrados en la cordillera de los Himalayas.

LHASA recuerdos entre los tres círculos sagrados 2

Volviendo a la ciudad de Lhasa y muy a pesar de la situación de voraz presencia china, todavía son salvables los tres anillos sagrados que dan fe del arraigo de una cultura basada en el rezo, las postraciones y la devoción. El primero de ellos, llamado Nangkor, se encuentra dentro del templo sagrado del Jokhang y los peregrinos budistas, a diferencia de los seguidores Bon – religión animista previa al budismo en esta zona -, realizan la kora (circunvalación) respetando el sentido de las agujas del reloj.

El segundo anillo sagrado de Lhasa nos da la imagen que todos esperamos encontrar a nuestra llegada a la ciudad y se encuentra en la zona exterior del templo que da al mercado central, el Barkor. Una vez allí, cómodamente sentados para ver lo que va aconteciendo en esta diminuta realidad colosalmente controlada por el ojo que no ve, podemos alucinar con cada una de las postraciones de los muchos peregrinos que llegan desde recónditas ubicaciones mientras nuestras sensaciones se entremezclan con el mercadeo de productos chinos y nepalíes que se vive en sus ajetreadas calles. El olor a incienso es una constante así como la presencia de miembros de la etnia Kampa llegados desde los valles del plateaux.

El tercero, conocido con el nombre de Lingkor, poco a poco ha ido desapareciendo atropellado por un tráfico cada vez más ingente y beligerante con la tradición.

A cambio, además de salidas de un día a enclaves histórico paisajísticos emocionantes como Sera, Drepung o Norbulinga, podemos visitar la otra residencia oficial del Dalai Lama - conocida como el Palacio de Potala - hoy convertida en museo y en excelente atalaya desde la cual contemplar una ciudad que poco a poco va perdiendo la esencia que tanto atrajo a los pocos que tuvieron la suerte de empezar su búsqueda del Sangri-La en una ciudad situada a 3.500 metros de altura en la que respirar es un verdadero regalo de los dioses.

Fuente: Transglobal Viajes

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